¿Francia se encamina hacia una crisis “al estilo italiano”? El primer ministro enfrenta una moción de censura y aumenta la inestabilidad política

En la Unión Europea, hay un país que carga con una enorme deuda, cuyos costos de endeudamiento siguen aumentando y cuyo gobierno colapsó en cuestión de meses, pero no es Italia, sino Francia.

Si el primer ministro Attal pierde la moción de censura del 8 de septiembre debido a sus intentos de frenar el déficit presupuestario nacional recortando 44 mil millones de euros (aproximadamente 51 mil millones de dólares), se convertirá en el cuarto jefe de gobierno en perder su cargo en un año y medio.

La alta rotación en la oficina del primer ministro solía ser rara en Francia, un país pilar de Europa cuyo sistema político está diseñado para fomentar la estabilidad en la gobernanza. Sin embargo, en los últimos años, Francia ha entrado en un círculo vicioso: las finanzas públicas cada vez más deterioradas están agravando la fragmentación política, lo que a su vez dificulta que el país tome decisiones difíciles sobre cómo solucionar su desastre fiscal.

Se espera ampliamente que Attal no sobreviva a la moción de censura, lo que obligará al presidente Macron a nombrar a un nuevo primer ministro para formar el próximo gobierno. Pero la semana pasada, Attal instó a los legisladores a unirse detrás de él, diciendo que esto era “una cuestión de vida o muerte para nuestro país”.

Cuanto más ingobernable se vuelve Francia, más los inversores elevan sus costos de endeudamiento a niveles familiares para los países periféricos endeudados de Europa. Actualmente, el rendimiento de los bonos franceses a 10 años ya ha superado al de Grecia, y su tasa de interés de endeudamiento está a la par con la de Italia.

Durante la crisis de deuda regional de la década de 2010, Grecia e Italia recortaron sus déficits presupuestarios mediante dolorosas medidas de austeridad. Hoy, tras casi tres años en el poder, Meloni está en camino de convertirse en una de las primeras ministras con más tiempo en el cargo en la historia de Italia desde la posguerra.

Para Francia, es difícil salir de esta espiral porque la Asamblea Nacional, la cámara baja del parlamento, está dividida en múltiples facciones, cada una con prioridades fiscales opuestas y suficientes votos para cambiar el equilibrio de poder.

Una serie de partidos de izquierda no quieren recortar el estado de bienestar francés, que representa el 65% del gasto público. Los legisladores centristas aliados con Attal y Macron, junto con un grupo de conservadores del establishment, quieren aumentar el gasto militar sin subir impuestos, para contrarrestar a Rusia. Por su parte, legisladores de extrema derecha como Le Pen sostienen que el gobierno debería recortar gastos reduciendo la inmigración y los pagos a la Unión Europea.

Tras su primera elección en 2017, Macron implementó una serie de recortes fiscales, pero no realizó recortes similares en los costos de la sanidad, la educación y otros servicios públicos, lo que sentó las bases para la crisis actual.

Eliminó el impuesto sobre la riqueza y el impuesto a la vivienda, redujo el impuesto de sociedades e impuso una tasa única sobre las ganancias de capital. En conjunto, estas medidas significaron que, para 2023, Francia perdía 62 mil millones de euros en ingresos fiscales anuales, lo que representa el 2,2% del PIB.

Los recortes fiscales ayudaron a que Francia se convirtiera en uno de los destinos más atractivos para la inversión extranjera en Europa, y la tasa de desempleo cayó al 7%, el nivel más bajo en décadas. El crecimiento económico repuntó inicialmente, ayudando a financiar las medidas fiscales, pero luego una serie de crisis golpeó al país. El violento movimiento de protesta de los “chalecos amarillos” se extendió por todo el país, lo que llevó a Macron a gastar 17 mil millones de euros para apaciguar a los manifestantes.

El economista Xavier Timbeau, del observatorio económico OFCE financiado por el Estado en París, dijo: “Las políticas de Macron han generado una gran sensación de injusticia, percibidas como diseñadas para reducir los impuestos a los ricos y las empresas”.

Las medidas para mitigar el impacto de la pandemia de COVID-19 costaron otros 41,8 mil millones de euros. Luego, el conflicto entre Rusia y Ucrania disparó los precios de la energía, y Macron respondió con subsidios energéticos por 26 mil millones de euros.

Para entonces, Francia ya estaba en serios problemas. La deuda aumentó de 2,2 billones de euros antes de la elección de Macron a 3,3 billones de euros, y el crecimiento económico se estancó. Macron se negó a subir impuestos y tuvo grandes dificultades para recortar el gasto en bienestar. Logró aumentar la edad de jubilación a 64 años para 2030, lo que se espera ahorre 17,7 mil millones de euros ese año, pero solo después de una dura batalla con la oposición y tras extensas protestas.

El año pasado, Francia se vio obligada a realizar una serie de correcciones embarazosas a su déficit presupuestario. El instituto nacional de estadística amplió el déficit de 2023 al 5,5% del PIB, mientras que la previsión del gobierno era del 4,9%. Semanas después, el gobierno tuvo que corregir su previsión de déficit para 2024, elevándola del 4,4% al 5,1% del PIB. La respuesta de la agencia calificadora S&P fue rebajar la calificación de Francia. Legisladores conservadores amenazaron con ayudar a derrocar al gobierno si no hacía más esfuerzos para contener el gasto.

Una de las acciones más significativas del mandato de Macron fue adelantarse a la lucha parlamentaria, disolviendo la asamblea y convocando elecciones anticipadas, lo que resultó en una fragmentación de votos sin precedentes en la Asamblea Nacional. Sin una mayoría clara, cualquier legislación, incluido el presupuesto anual, se convierte en un referéndum sobre el gobierno.

El primer primer ministro elegido por Macron tras las elecciones, el conservador Barnier, cayó rápidamente en una moción de censura. Attal asumió a finales de diciembre pasado y, mediante un aumento temporal del impuesto de sociedades, logró aprobar un presupuesto tardío para 2025.

Poco después, comenzó a advertir al parlamento que para reducir el déficit de 2025, que se prevé alcance el 5,4% del PIB este año, se necesitarán sacrificios más profundos. Tras no lograr negociar cambios en la reforma del sistema de pensiones de Macron, perdió el apoyo del Partido Socialista.

Luego, Attal enfureció al país con un plan para aumentar la producción económica eliminando dos feriados nacionales: el Lunes de Pascua y el 8 de mayo, día en que Francia celebra la rendición de la Alemania nazi ante los Aliados.

Jordan Bardella, líder del partido de extrema derecha “Rassemblement National”, calificó la idea como “un ataque directo a nuestra historia, a nuestras raíces, a los trabajadores franceses”.